Irracionales a la orden del día


Estoy realmente indignado con tres personas con las que me crucé hoy. ¿Qué pasó, oh Thor? ¿Algún cruce de planetas, astros o cometas confluyeron de manera conspirativa en mi contra? En fin, no encuentro respuestas lógicas a estas preguntas, así que se las atribuiré a las deidades.

DESCONSIDERADA EN EL CAJERO:
Me levanté temprano, contento, despabilado como rara vez ocurre. Ayer pagaron así que, sin monedas en mis bolsillos llegué hasta el cajero automático. ¡Rayos! Una cola de 10 personas. Está bien, paciencia. La gente hace su trámite con relativa celeridad: introducir tarjeta, retirar dinero, extraer tarjeta (INCLUSO ME CONCIENTICÉ PARA NO OLVIDARME LA TARJETA PUESTA). Entonces, la sujeta que estaba justo delante de mí, antes de entrar, peló cartera y sacó facturas de todo tipo y color, sobres y demás papeles y temí lo peor.

Pues bien, 15 minutos metida la muy demente en la casilla del cajero y yo ya analizaba la posibilidad de tirarme debajo de un auto ante la demora. La gente murmuraba. Por el vidrio podía verla a la muy simia como transgredía todas las normas de buena utilización del cajero. Le faltó sacar una reposera y tomar mates mientras.

Le toqué el vidrio y me señalé la muñeca (A PESAR DE QUE NO TENGO RELOJ). Me miró irónica. La odié. Tardó 5 minutos más (¿SE ENTIENDE QUE ESTUVO 20 MINUTOS ADENTRO DEL CAJERO?), y salió. Mientras se iba, y yo entraba gritó: “estamos apuraditos, eh…”, con vocecita socarrona. “Tortugona maleducada", le dije, cordialmente, pero ya no me miró.

Me quedó por decirle: “Demorona insensata, qué ganas de llamar a la policía y decirle que estás robando el cajero. Andá a un banco y hacé tus trámites horribles ahí, incivilizada. De paso volvé a nacer y pedile a tus papás que te enseñen modales, mona morosa”.

DESCABELLADA EN LA FARMACIA
Después de salir del trabajo pasé a la farmacia a comprarle unos medicamentos al pequeño Lulo porque está resfriado (NADA GRAVE). Pues bien, entré y sólo había una señora avanzada en edad que, a juzgar por la cantidad de remedios que había a la altura de su mano, estaba hace rato.

Un solo farmacéutico, de nombre Marcelito, y empezó a llegar más gente. Tomé un número por las dudas. La señora empezó con una letanía de preguntas: “Marcelito, a mi marido el dio diarrea, debe ser por el antibiótico ¿Qué le puedo llevar?”. “Las pastillas de carbón no me parecen muy buenas, después anda más descompuesto ¿habrá otra cosa?”. “¿Qué otro antibiótico debería tomar para que no le dé diarrea?”. “¿Tenés algún té que sirva para eso?”. “¿Y alguna pomada para las hemorroides?”. “¡Qué caro que está todo, Marcelito!”.

Y el nefasto Marcelito contestaba todas las preguntas ante mi cara de estupor (QUE NO HIZO NINGÚN TIPO DE EFECTO). Finalmente se retiró sin llevar nada para la diarrea porque todo le pareció caro (!)

Me quedó por decirle: “Pero señora senil, por favor. ¿Por qué no va a un médico como corresponde y lo lleva a su marido y lo deja a Marcelito en paz? ¿Desde cuándo que la farmacia es una clínica de consulta gratuita y usted encima se queja por los precios, anciana perturbada?"

INSENSATA AL CELULAR
Mientras iba al supermercado, hace un rato, a buscar algunas cosas para no morir de inanición, cae un mensaje al celular. Era de una amiga de la que no sabía nada hace mucho tiempo. Leo: “Es la semana del Gauchito Gil te va a dar más de lo que tenés y si lo rechazás se enoja. Pasalo a 10 personas y hoy mismo recibirás un milagro. De posta”.

Mi cara se desfiguró (MÁS AÚN), mientras me pareció escuchar como voz en off del cuadro un “¿QUEEEEEEEEEEEE?” de CQC. O sea, además de tener que soportar el correo basura sobre el cual hablamos recientemente, ¿tengo que aguantar un espám vía sms?. Le respondí: “No me rompas con estas Giladas (¡CUACK!) o no te hablo nunca más en la vida. La próxima te deseo una maldición…”.

Me quedó por decirle: “¿De posta? ¡Pero cuántos años tenés por Zeus y todos los dioses paganos! No creo ni en los santos y voy a creer en este sujeto que ni sé quién es y que me lo confundo con la difunta Correa, Gilda y el Potro, por favor. Tu superstición me da ganas de arrojarme debajo de una escalera y que me pisen (?)”.


Horrible, les digo.

De yapa, se me ocurrió probar usar sahumerios a pesar de que los detesto, y mientras me sacaba una zapatilla me apoyé de lleno en el sahumerio y me provoqué una quemadura que llegó hasta el estrato espinoso de la dermis (?), según me indicó mi médico de cabecera, que a su vez fue el que me dio la nefasta idea de usar esos inciensos del demonio.

HOY LEO ESTO Y NO ME QUEJO:
El Ojo Blogueado Muy buen recapitulado de publicidades del mundo, historia de las fotografías, publicidad subliminal, y más fotos a pedido de los votantes! Blog de Ramiro desde Tucumán, el jardín de la República.