De tecnófobos conversos

No existe cosa peor en la vida que un tecnófobo que deviene en tecnócrata así, de la noche a la mañana. Con total descaro. Con completa desvergüenza. Sin ningún tipo de miramiento ni reparo. Veamos:

Un día cualquiera, cercano en el tiempo, estos sujetos odian a los celulares; detestan a los que se idiotizan-abstraen-del-mundo mandando mensajes de texto; aborrecen a los que chatean o usan el Messenger; prenden con desgano -y obligados por las circunstancia- la computadora sólo para abrir el Word; y culpan enfática y reiteradamente a Internet por todos los males del posmodernismo, por sólo citar algunas de sus actitudes.

Al día siguiente, sin siquiera poder notarles ni un atisbo de rubor en la cara, están fascinados con las posibilidades de la tecnología electrónica. Se compran modernos teléfonos celulares con los cuales no sólo mandan mensajes sino que sacan fotos a destajo, bajan ringtones a mansalva y navegan en Internet a través del pequeño equipo por horas.

Y ni hablar del amor profeso que le expresan a la computadora y a todas sus posibilidades. Se aprenden todos los modelos de computadoras y procesadores, y llegan a soñar despiertos con una laptop con wi-fi.

En Internet, crean de forma simultánea múltiples casillas de correo en los tres o cuatro servidores más populares; se enrolan en el MSN y de lunes a martes ya sumaron 100 contactos; bajan música, famélicos de mp3. También descubren que pueden bajar álbumes enteros, películas, videos y libros digitales; y se compran auriculares con micrófonos y cámaras web para videoconferencias con amigos cercanos o lejanos (eso es lo menos importante).

En fin: los tecnófobos conversos queman sus naves alucinados ante un mundo nuevo que les permite una alternativa de socialización y, al mismo tiempo, ahorrarse unos pesos en llamadas telefónicas, discos y películas, por sólo mencionar algunos de los ahorros más populares.

De pronto, estos fulanos, de levantar las banderas por “un mundo sin tecnología” están hablando despreocupadamente por el skype mientras se mensajean con otro contacto vía celular.

De esta gente conozco mucha. Los tecnófobos conversos son los que en el Messenger usan esos emoticones animados horribles y gigantes. Son los que reenvían cadenas que ya fueron enviadas hace tres o más años. Son los que ahora tienen banda ancha, y están conectados todo el día; o que se conectan gratis en sus trabajos o en la casa de algún pariente cercano (donde se instalan y andá a moverlos).

En resumen: Son los mismos que hoy dicen una cosa y mañana estarán haciendo, diciendo y pensando todo lo contrario. Son los que odian todo lo que son sus padres y de pronto se convierten en sus padres.

No sé si los tecnófobos conversos ya descubrieron los blogs. El día que lo hagan, estaremos todos en problemas. Y será peor si aprenden cómo hacer comentarios. Temo.