El placard y el lavado de cara

Hace unas semanas ordené el placard con la vaga esperanza de encontrar mis lentes de leer, extraviados hace dos meses. Naturalmente, NO los encontré y el placard quedó ordenado.

Mientras, en Ciudad Gótica, me puse a arreglar unos cables de la conexión a Internet y aparecieron. Ayer. Fui TAN feliz.

Y todo el episodio me llevó a mi niñez en una conexión aparentemente inexistente. Honestamente, no tenía ganas de ordenar el placard, sólo quería los lentes. Es como cuando mi vieja me decía: Lolito, lavate la cara que tal vez vengan visitas. Y yo contestaba: “no, má. Espero un rato. Mirá si me lavo y no vienen”. Bueno, lo mismo con el placard.