Torpezas de domingo

Lolo: Hola, ya debe saber por qué estoy acá. ¿Le podría decir a su hijo que me devuelva los celulares (el personal y el del laburo) que se me cayeron en el taxi cuando me bajé y al que él se subió JUSTO después de mí?
Lamadre: Ay, hola, no sé de qué hablás. Luis se está bañando. Esperame que ya vengo.
(a los 5 minutos)
Ladrón: Hola, no tengo nada tuyo
Lolo: Mirá, de los dos teléfonos que tenés y que apagaste, uno es de mi laburo y tiene un sistema de tracking satelital que funciona aún con el teléfono apgado y dice que está en esta dirección, o sea que los tenés vos, ladino (mentira, obvio, yo hice un trabajo de inteligencia con la empresa de taxis y el tachero).
Lamadre: ¡Nadie viene a tratar a mi hijo de eso!
Lolo: Deje de defender las felonías de su hijo. Y vos devolveme los teléfonos, ya llamé a la policía y le di tus datos.
Lamadre (quebrándose): Devolvéselos.
Ladrón: ¡Pero mami! (se rearma) Mirá, Lolo (!), yo te los iba a devolver, si conozco a tus viejos que viven acá a media cuadra y te conozco de cuando éramos chicos.
Lolo: Sí, si ya sé quién sos. Devolveme lo que es mío.
Ladrón: Yo te los iba a devolver si venías o si nos cruzábamos por ahí.
Lolo: Me enloquecen los dos. Jamás fui tu amigo ni te hablé ni me interesó tu vida. Y si pensabas devolverlos no sé por qué los apagaste, cínico. Tenés 5 segundos antes de que caiga el operativo policial a tu casa. Cinco, cuatro, tres…

Y así recuperé los dos celulares a los que, naturalmente, remojé en lavandina y luego les rocié todo el lysoform disponible en Neuquén y zonas aledañas para poder usarlos nuevamente.