Piquetito de ojitos

A veces, el simple hecho de ir por una picazón de ojos al oculista se puede convertir en el calvario más atroz que un ser humano pueda soportar en la vida misma.

Por caso, me dieron un turno a las 18.15 horas. Cinco minutos antes del encuentro fui hasta el lugar, la secretaria toda sonriente me recibe, pasa la tarjeta del seguro social al cántico de “enseguidita te atiende el doctor”, y me cobra los 27 pesos de la consulta.

El enseguidita se convirtió en varios minutos y yo dudaba de si el oculista en realidad existía o si era un producto de la imaginación de la sonriente secretaria que seguía recibiendo pacientes.

No había revistas. Estaba prendida la tele y pasaban Intrusos y luego comenzó Infama, a un volumen infernal (claro, como somos todos miopes nos enloquecen con el sonido a ver si entendemos estos programas de alto nivel cultural). Me aislé e intenté jugar a los juegos del celular pero es algo que jamás podré hacer.

Un rencor hacia la secretaria se apoderó de mi ser.
-Disculpame, hace UNA HORA me dijiste que enseguida me atendía el oculista
-En media horita te atiende, ¿sí?
-No, no puedo seguir esperando, dame otro turno.
-Bueno, ¿te parece mañana a las 17.45?
-Está bien. ¿Vengo a las 17.45 o a las 18.45?


Voy al día siguiente, pasó de nuevo UNA HORA de Intrusos y de programas de gente que compite a ver quién cae más bajo para aparecer en lo de Tinelli a un volumen irracional y la encaro a la secretaria:
-Mirá, necesito que me devuelvas la plata, no pienso seguir esperando. Esto es una tortura. Te pregunté ayer si venía más tarde y me dijiste que me iban a atender horario. Devolveme la plata.
-Ay, pero no te puedo devolver el dinero, ¡ya pasé la tarjetita!
- Si no me devolvés la plata me pico los ojos con tu lapicera y te acuso de intento de homicidio. Dame mis 27 pesos así voy a consultorio como la gente.


Se va, un poco asustada, al rato vuelve y sonriente me devuelve la plata. Justo antes de irme, una chica que estaba hace rato le dice:
-Yo tampoco puedo esperar más, estoy hace una hora y media. Estoy amamantando y no puedo seguir perdiendo el tiempo.
-¡Ay, qué lindo! ¡Estás amamantando!

Entonces deseé que me llevara la muerte sin más vueltas.