Economía forzada

Definitivamente, la tarea de renovar un poco el atuendo para las tareas de todos los días es ardua y demencial. No solo tenés que caminar como diez mil cuadras, sino que te tenés que topar con todo tipo de expresiones de la estupidez humana. Extractaré algunas situaciones vividas por mi persona en el día de ayer.

Por caso, necesitaba un saco para el frío, que no sea muy “me voy con los pibes a tomar unas birras”, pero tampoco un “dame ése expediente que a este asesino serial te lo saco de la cárcel en dos semanas”. Pues bien, ingresé a una tienda y por 400 pesos me querían vender unos sacos de paño comidos por polillas. Gracias, pero no gracias.

En otro local, le comento al vendedor qué es lo que busco y comienza a mostrarme. “Tenés este que sale mil pesos, o este más barato a ochocientos cincuenta, o este de mil trescientos”, dijo, con la naturalidad con al que diría “y esta es la plaza principal de la ciudad, y por aquí tenemos el monumento a San Martín”.

Intenté ir a por un suéter. Me convenció uno de polar bastante lindo y una camperita de hilo tejido. Por la camperita no daba más de 100 pesos. La vendedora me dice “te sale 180”. Me indigné y me retiré sin más.

Desistí del saco y del suéter, y fui a ver unos zapatos. Luego de que tardaran un siglo en atenderme el vendedor me comienza a relatar “estos son baratos, y acá tenés los más caros, los de alta gama”. Ajá. “¿cuánto es barato y cuánto es caro?”, indagué, curioso. Y hablaba tipo: “Estos son más caros, ni preguntes”, o “estos son mas baratos, pero no te digo cuánto porque se pierde el encanto...”. O sea, ¡decime un número! Encima los “baratos” eran unos Ringo cosidos a mano por algún niño del Asia o algo.

Finalmente, se me nubló la vista cuando adentro de la zapatería vi una gran publicidad de una marca de zapatos que preferí no recordar. Era un tipo vestido de blanco DESCALZO en una playa. No entendí el concepto. ¿Publicidad por ausencia? Me retiré sin más.

Después se quejan de la crisis y de la gripe porcina (?), pero con vendedores así me obligan a reforzar la economía del hogar. A veces, la estupidez humana tiene sus beneficios.