Baratijas

En el día de la fecha, me hice acreedor de una tarjeta de crédito que tiene lindo diseño, pero por la cual no daba ni dos centavos de austral. Movido por la necesidad, me dirigí raudo a una casa de venta de electrodomésticos a comprar una lavadora (?), porque el lavarropas que tenía no daba ni un poco, el laverrap me estaba arruinando la vida y la ropa, y lavar a mano es lo más cercano a la esclavitud que he padecido.

Me encontré con todos lavarropas con precios superiores a los dos mil pesos. “¿QUÉ ONDA?”, pensé. Y justo me topé con uno de razonable costo-beneficio. Se acercó un vendedor y me contó sobre las maravillas que hacía el aparetejo. “Ok, ok, lo llevo, pero por favor callate”, rogué.

Vi un cartel que decía que con mi tarjeta había veinte por ciento de descuento y hasta veinticuatro cuotas sin interés. Me pareció conveniente y fui a por más.

Se me ocurrió que me podía venir bien una tabla de planchar. El vendedor me ofreció una que me simpatizó, pero ahora la miro y la veo medio grande. Tipo una cama… Ahora estoy en la duda de si planchar una camisa o dormirme una siestita. Dilema. Pero, en realidad, creo que va a quedar de adorno… como si yo planchara mucho.

Y de paso compré juguetes para mi niña a precios irrisorios porque había una liquidación. Pero MAL. Te hacían descuento del cincuenta por ciento sobre el valor de oferta, y a eso el veinte de la tarjeta.

Al final del día me queda la seria sospecha de que esta casa de electrodomésticos se irá prontico a la ruina.




PD: En la próxima entrega: Instalando la Lavadora, una historia de idas, venidas, vueltas, y más vueltas. Y llantos.



CHIVO: Mi amigo Nico se sumó a escribir En La Quimera, un espacio de cuentos fantásticos e irreales con su relato denominado Despedida. ¡Pasen y vean!