EMO

Esta semana tuve la idea de querer convertirme en un emo. No sé, me desperté ayer y dije ¿por qué not? Hasta me imaginaba con mis ropajes oscuros; mis músicas Screamo, Pop Punk, Post Hardcore y Metalcore; mis gillettes guardadas en los bolsillos traseros de mis pantalones caídos; mis pelos azabaches despreciando a todo ser vivo que se me cruce. En fin. Se me ocurrió que podía ser un emo copado.

Pero pasé frente a una emo-tienda y me di cuenta de que nada de esto podía suceder. O sea, no voy a pagar 100 pesos por una remera negra con unas inscripciones que llaman a la muerte, ni tampoco 150 pesos por un cinto con tachas. Tampoco voy a pagar 150 pesos para que me hagan extensiones porque un emo con pelo corto no da ni un poco, y menos aún pagaré 245 pesos por unos pantalones emoides que son el último grito. Y no contemos del maquillaje para verme pálido y con los ojos demacrados.

Ahí revaloricé a los emos: nadie gasta tanta plata en producirse a sí mismo. Luego pensé en alternativas más económicas: feria de las pulgas o feria americana, una peluca, marcadores indelebles en lugar de maquillaje. Pero no, ser un emo pobre no nada ni un poco.

Voy a seguir siendo yo, un emo de corazón (?).


¿Cuál corte me hubiera quedado mejor? Nunca lo sabremos...