Cielo arriba

Cometí una proeza y soy la persona más feliz del mundo. Mis amigos me dejaron a la deriva en San Martín de los Andes porque se fueron a tomar sol a la playa Catritre, sobre el lago Lácar.

Yo, voluntarioso como siempre, alquilé una bici y se me puso en la cabeza pedalear hasta el Cerro Chapelco. Naturalmente no sabía a qué distancia estaba el mencionado macizo montañoso. Sólo lo supe cuando llegué a Chapelco: 25 km. ¡Chanfle!

Mi orgullo no me dejó volver hacia atrás por la pendiente y caer de fauces en Catritre. Pedaleé como si se me fuera la vida en ello. Me dio calor y bicicleteé en sunga. Irreal. Pero ya sabemos lo demente que se vuelve uno en un lugar donde no lo conoce nadie. Sungueé (?) hasta llegar, finalmente, a la base del Cerro. Allí bebí todas las reservas de agua del complejo, me tiré al sol, y luego sí bajé hasta la playa.

Hoy, naturalmente, casi no puedo teclear del dolor de todo mi cuerpo. Principalmente la zona que iba apoyada en el asiento. Está como anestesiada. No sean groseros ni soeces. Ya los quiero ver a ustedes dándole al pedaleo cuesta arriba 25 kilómetros y 25 cuesta abajo. ¡Fue verídico! José de San Martín... un poroto.

Aquí unas foticas. Disculpen lo poco. ¡Ya volveremos con las quejas habituales que anidan en este blog!


La bicla, yo y el cartel. Y el césped y la montañita. Y el cielo.

Volviendo por la Ruta de Siete Lagos a 230km/h... ponele.


En Catritre refrescándome luego de la ardua jornada. Y practicando para convertimre en un profesional del nado sincronizado.


El regreso (Gracias por la foto, hija Gá).