Elogio de la queja

Algunos entendidos en la materia (como el Capitán Intriga de ¡Son Cosas Mías!), dicen que la queja como temática de un blog ya está gastado, que es un cliché. Y si bien las Reflexiones a la Lontananza no son pura queja (apenas el 90%), haremos una firme defensa de este aspecto con una serie de argumentaciones lógicas e irrefutables (?).

Vamos al origen de todas las cosas. Veamos que nos dicen los académicos de nuestra lengua:

queja.
1. f. Expresión de dolor, pena o sentimiento.
2. f. Resentimiento, desazón.
3. f. Acción de quejarse.
4. f. Der. Acusación ante juez o tribunal competente, ejecutando en forma solemne y como parte en el proceso la acción penal contra los responsables de un delito.
5. f. Der. Reclamación que los herederos forzosos hacen ante el juez pidiendo la invalidación de un testamento por inoficioso.

Con esta base lingüística, diremos que en este blog nos basamos principalmente en el punto 2 y, en menor medida en el 1 y 3.

El tema es QUÉ POSTURAS SE ASUMEN FRENTE A LA QUEJA.

Postura A:
-hacer sentir culpable a alguien.
-el destinatario de la queja se siente amenazado.
-el que se queja busca encontrar culpables.

Postura B:
-promover el compromiso a través de la queja.
-verla como una oportunidad para mejorar.
-es una herramienta para solucionar los problemas.

Naturalmente, la postura B es lo más descabellado que escribí en mi vida. Por ello, dejamos claro que las quejas vertidas en este blog responden de forma absoluta a la POSTURA A. Queremos hacer sentir culpables a los destinatarios de la queja, encontrarlo y caerle a porrazos por la cabeza y, obvio, que se sienta amenazado.
Así que ¡vamos! ¡A quejarse sin culpas!


Eso sí, basta de quejarse del tiempo, el tráfico, la gente y otros aspectos “quejables” de forma común y corriente. Hay que esmerarse. Porque cada vez que escucho a un taxista decir: “¡¡¡qué lo tiró!!!, ¿¿¿puede creer el frío que hace???”, me dan ganas de tirarme del taxi y fenecer de hipotermia en plena vía pública.