Los mocos de Silvio

Por las rutas, a puro moco y motor.

Las oficinas suelen ser el rejunte de personajes delirantes de todo tipo, tamaño, forma y color. Me incluyo, claro. está el grupo de los copados y el grupo de los no tanto, en la que se incluyen secretarias y otras yerbas.

Pero vamos a comenzar a conocer este mundo con Silvio, que gana por goleada en el arte de mandarse mocos al por doquier.

Silvio es un tipo sencillo, de barrio, de esos que se pone a contar una historia y terminamos doblados en dos riéndonos por aproximadamente una hora, literalmente. Me cae bien Silvio. Su tarea es ser chofer, algo que no hace del todo bien.

Hace unos días me tocó ir con él al interior de la provincia y pasaron algunas cosas:

  • Ponía la luz de giro en las curvas en plena ruta. Ante la pregunta del porqué de ésa locura, contestó: “para no desacostumbrarme en la ciudad (!)”.

  • No desaceleró jamás cuando íbamos en camino de ripio y había gente al costado del camino, dejando a estas personas enterrada en polvillo. “No, si no les tiré tierra…”, explicó, mientras yo por la luneta sólo vi una nube marrón y el surco por la arada en la ruta.

  • Le preguntó a su jefa sin tapujos y de forma inocente “¡UY! ¿Había que traer frazada?”, al ver un poncho de llama envuelto en una bolsa transparente.

  • Saltarse todas las reglas protocolares y hacer cualquiera todo el tiempo, como salir primero él, no esperar a nadie y descostillarse de risa en el hotel hasta las 2AM.


Silvio es un grande.