Del porqué odio las filas de cajero automático

La foto no tiene nada que ver, pero está divertida. Creo que estos dogos hacen sus trámites más rápido que otras especies...


1) Siempre hay una vieja que se pone a investigar “cómo este asuntito del cajero”. A ver, señora, si quiere practicar con la tecnología, venga a la madrugada, por favor. No nos haga rehenes de sus acercamientos con el nuevo siglo. Gracias.

2) Siempre hay un infeliz que se pone a pagar TODOS los servicios disponibles en la vida y a apretar cuanto menú encuentre. A ver, palurdo, la idea es que podamos sacar todos plata de una forma rápida, no que vos hagas todos los trámites existentes de forma descarada. Sacá plata y andate a un banco, gracias.

3) Siempre hay una vieja en la fila que está delante o detrás de ti que empieza con una letanía de quejas por lo lento que avanza todo. A ver, señora, para quejas estoy yo. Si quiere emularme, se arma. Además tiene que salirse de la queja habitual de “uf, ay, qué lento esto” e inventar quejas más divertidas. Ejemplo: “Si este muchacho no para de pagar sus facturas, me inmolo tirándome debajo del ramal Neuquén-Plottier”, o algo.

4) Siempre que introduzco la tarjeta, mi saldo disponible me produce la más escalofriante depresión, y me dan ganas de salir y que me pateen todos los que conforman la fila.

En definitiva, odio las filas de cajero automático porque las odio y ya.