Un día en la vida

Foto de Babia, lugar en el que suelo estar muy, muy frecuentemente.

Es temprano en la mañana. Suena la alarma. Me despierto. Es el celular. Lo busco. No lo encuentro. Sigue sonando. Me aturde. Lo encuentro. Lo desactivo. Me levanto. Un baño rápido, me cambio y salgo. Cierro la puerta del departamento con llave. Camino unos pasos. Me percato de que me olvidé el celular. Vuelvo. Quiero abrir la puerta y no encuentro la llave. Busco. Me desespero. La tenía en la mano (A LA LLAVE).

Entro. No encuentro el celular. Revuelvo todo. Me desespero por dos. Esbozo un puteo retórico. Miro mi bolso (QUE YA TENÍA CUANDO SALÍ). Está ahí dentro. Siento que se me ríe (SÍ, LOS CELULARES SE RÍEN DE UNO).

Bien. De nuevo en la calle. Tengo que pagar dos facturas. Están vencidas, obvio. Voy al Rapipago (LENTIPAGO A ESAS HORAS). Me percato de que no tengo efectivo. Me informan que no aceptan débito. Puteo para mis adentros contra el sistema (DE PAGOS). Voy a un cajero. Introduzco tarjeta, saco dinero, salgo del cajero. Me gritan “¡flaco!, tu tarjeta…”. Vuelvo. Me ruborizo. Tomo la tarjeta, digo “gracias” mirando el piso y me voy a trabajar.

Llego tarde a la redacción. Me acuerdo de que tenía que pagar las facturas. “Mañana”, pienso. Tengo que hacer una entrevista. No tengo mi grabador. Pido uno prestado. Me intimidan para que no vuelva a perder el mío. Me recuerdan que desde enero de 2006 hasta marzo de 2007 el grabador estuvo en la Legislatura. Digo que sí y con grabador prestado me olvido del propio.


Amigos, si alguien tiene una memoria que me preste, venda o permute, me avise. Que no esté muy deteriorada, en lo posible. También se reciben gestos de solidaridad.

Desde ya, muchas gracias.


PD: Inspirado en un post de un amigo de la casa acerca de los cuelgues diarios.