La comidita

En el círculo de amigos todos conocemos las dotes culinarias de nuestra querida Olivia. Las conocemos por desconocimiento, ausencia y total inexistencia de ellas. El delivery siempre estuvo a la orden del día. Aún así, siempre hemos confiado en que la vida conyugal le depararía un aprendizaje en esta materia.
Hace pocos días, realmente nos sorprendió. En realidad no a nosotros, que no estábamos, sino a su novio, Cristian. “Tengo una receta buenísima y cuando vayamos al súper compro los ingredientes así te hago una comidita”, le dijo. Supimos, luego, que el inspirador fue el chef Martiniano Molina.
Pues llegó el día y en su recorrida por las góndolas, Olivia eligió celosamente los múltiples ingredientes para agasajar a su “maridito”, como ella lo llama. Cristian, más preocupado por otras cosas, prefirió dejarse sorprender y encaró para la estantería de los fernets.
Esa tarde quedó sola. Se dispuso a preparar la comida mientras Cristian estaba trabajando, y no tardaba en llegar. Un poco de esto y otro poco de aquello. “Simetría, arte y creatividad”, pensó, orgullosa.
Al momento de la cena, sacó de la heladera la comidita. Sobre un plato de porcelana blanco se levantaba la preparación: una feta de pan lactal integral untado con queso Casancrem, una fetita de jamón crudo enrulada y una hojita de albahaca cual frutilla en un postre.
La verdad, no había mentido. Se trataba de una comidita. De verdad. Una comida pequeña. Entre carcajadas degustaron el manjar (?) e inmediatamente llamaron al delivery.