De apologías invernales

Como todos saben, el 21 de junio empezó formalmente el invierno, aun cuando desde que empezaron los primeros frasquetes, los insoportables de siempre no han parado de decir “¡qué frío!”, “¿hasta cuándo va a durar este frío?”, “¡nunca suele ser tan frío en esta época!”, “¡ya me resfrié dos veces por este tiempo de mierda!”, “etcétera” (sí, hay gente que dice etcétera para quejarse del frío…).

Pues bien, habitantes: en este lado del planeta es invierno y no hay vuelta que darle. Si quiere sufrir, vaya a charlar con los taxistas que se hacen un banquete con sus lamentos meteorológicos. Pruebe, también, instalarse en el almacén, que es el punto de lloriqueo indiscutible sobre el tiempo por excelencia. O camine por las calles y escuche como las señoras entradas en año expresan su disgusto a todo grito mientras van por la vereda.

Pero si quiere pasar el invierno (y no hablamos metafóricamente) de una forma amena, a gusto y placentera, R-fLxNs a la LnTnZ (sí, el nombre se queda) ofrece algunos puntos destacados de la estación, a saber:

-Comidas. En esta época podemos degustar los más proteínicos y carbohidratados alimentos del año. Tenemos la posibilidad de comer a mansalva guisos de lentejas, pucheros, pasteles de papas, y lasagnas (de las heavies que traen de todo. Hasta panceta (?)), entre otros. Sumemos aquí a los chocolates, alfajores y demás delicias de kiosco, al alcance de la mano. Nada de verduritas frescas, lechuguitas y esas payasadas. Las comidas para el frío, sin dudas, son las más ricas que hay.

-Descanso auditivo. Este fenómeno se produce principalmente en las oficinas y lugares de trabajo en general. Las compañeras dejan, por arte de magia, de hablar de las dietas más estrafalarias e inéditas; del consumo de agua para verse más bellas; de bronceadores; de lo gordas que están; de lo gorda que está una compañera a la que no quieren. El resto acompaña con charlas sobre el calor que hace; a dónde se van a ir de vacaciones; lo caro que está veranear; entre otras chácharas.

-Noches más placenteras. Al calor de una estufa hogar (o en su defecto un calefactor común y corriente) se pueden vivir ardientes noches de pasión. También se duerme mejor porque tener frazadas y acolchados -está empíricamente comprobado-, produce mejores noches de sueño. Dormimos placenteramente asomando apenas la punta de la nariz. (Que alguien refute esto y diga que es más lindo dormir con 35 grados a la noche sin aire acondicionado en pleno enero).

-Ropa más cómoda. La sobriedad de la indumentaria de invierno es otro de los puntos a favor. Tanto los que quieren esconder panza como las que insisten con entrar en ropa de dos talles menos, verán qué bueno es calzarse una campera grandota y abrigada, una buena bufanda y, es optativo, un gorrito.

-Nieve y deportes de temporada. La desventaja del verano es que no nieva. No hay caso. Así que qué mejor que disfrutar de esta maravilla haciendo culopatín (para los bolsillos más pelados), esquiando o practicando swnoaboard (para los bolsillos más peludos), o caminando sobre la nieve, escuchando el ruido de las pisadas. Amamos al invierno solo por esto.

Basta de quejas contra la Madre Natura, por favor. ¿Alguien cree que va a cambiar los destinos de las masas de aire polar por sus abusivas declamaciones? Sepan que no. La naturaleza no se rige por ese tipo de métodos. Así que a abrigarse y a pasarlo de la mejor manera posible. Ah. ¡No se dan una idea del frío que hizo hoy en Neuquén! Una cosa horrible, deseo vivir en las Antillas ya.



Posdata: Sí, el mamarracho de la foto soy yo.