Descubrimientos inesperados

Por cuestiones ajenas a mi voluntad, mi pelo crece. Así ha sido siempre, sólo que desde hace cinco años la encargada de darle forma a descomunal gato es la peluquera Claudia, aunque ella prefiere ser llamada estilista unisex (por lo menos es lo que dicen el cartel).

En fin, siempre fui y no presté mayor atención a lo que sucedía dentro de ese espacio llamado la Peluquería, donde uno paga para que le remuevan los pelos. Pero hoy fue distinto.

Como ya me molestaba el excesivo tamaño de mi cabeza, fui, entré y me senté a que me atendieran. Definitivamente, no esperé descubrir allí cuestiones fundamentales de mi existencia humana, pero para mi sorpresa paso a enumerar todas las cosas que descubrí:

*Tengo un ojo más chico (o más grande). Nunca acostumbro a mirarme en el espejo, pero esta vez mientras examinaba lo crecida que estaba mi cabellera, me detuve en mi ojo derecho. Sí señores: es más chico. O, si lo relativizamos, mi ojo izquierdo es más grande. Nunca lo sabré con certeza.

*El 10 por ciento de mis cabellos son canas. Lo noté casi al mismo tiempo en el que descubrí la desproporcionalidad en mis ojos. Y lo reforzó Claudia, que insistentemente mencionó: “¡Pero cuántas canas!”. Me gustan, no las valoro negativamente. Algunos a mi edad -los 27-, tenemos canas y otros se están quedando pelados. Prefiero las canas.

*Hace una semana que no me afeito. Otro de mis descubrimientos gracias al espejo. Parecerá intrascendente, pero juro que me olvidé afeitarme y ya tengo una barba prominente que decidí remover hoy mismo. Creo que hace que mi ojo derecho se vea más chico, o el izquierdo más grande. Sigo sin saber.

*Mi peluquera es psicóloga(*). Creo que en el Colegio de Psicólogos deberían admitir en sus matrículas a este tipo de personas que son capaces de escuchar, dar consejos y mejorar la salud mental de sus clientes-pacientes. Por ejemplo, en un rapto de sinceridad, le conté que de chico, era mi vieja la que me cortaba el pelo estilo beatle, pero con un flequillo con forma de serrucho desnivelado.

Ahí nomás, trajo a colación cómo tuvo que contener a un cliente, ya mayor, que le contó que su padre era el encargado de cortarle el pelo de pequeño. Vivían en el campo. Un día, mientras le cortaba el pelo se hizo de noche, así que el 50 por ciento del trabajo quedó inconcluso y el malvado progenitor lo obligó a ir así a la escuela al día siguiente. Me contó que el hombre, desde ése día, guarda un profundo rencor a su padre por las inconmensurables burlas de las que fue víctima, y que ella trata de que vea las cosas positivas que hizo por él.

Sobre mi mamá me dijo que los cortes beatle eran simpáticos (siempre y cuando uno tenga 4 años y no sea un boludo de 20). Yo le aclaré que no odio a mi madre, pero que pensaba seriamente iniciarle acciones legales por los 15 años en los que tuvo a su cargo la manutención de mis pelos.

*Mis conocimientos sobre la farándula los aprendí ahí. Nunca me interesó el mundo del show, ni mucho menos las peleas mediáticas y todo ese tipo de estupidez barata. Pero descubrí que mi escueto cholulaje lo incorporé de las revistas que obligadamente leí mientras esperaba un turno. De otra forma, sería un ignorante total en el tema.

*En las peluquerías unisex, no hay revistas unisex. Está lleno de revistas de chimentos de todo tipo, cuyos nombres no recuerdo. Perdidamente, y con paciencia, puede encontrarse una revista Nueva del año ’90, con artículos que no revisten importancia desde hace 10 años (El boom de los CD’s, trucos para el Windows 3.1… en fin).

Habrá sujetos que compran estas revistas cholulas (de hecho, un compañero de trabajo, Sebastián, compró la Paparazzi en un viaje que hacíamos al interior de la provincia sin ningún tipo de pudor), pero no es mi caso. Sumémosle el hecho de que hoy éramos todos varones quienes estábamos ahí. (Aquí un sinceramiento: sí miramos estas revistas. Pero por los dibujitos, no por otra cosa. Pero el contexto no es el apropiado, definitivamente).


Una sensación de contradicciones se apoderó de mí al salir. Estoy entre comprarme una máquina y aprender a mantener bajo control el gato yo solito o dejarlo crecer indefinidamente.

Es que en el fondo temo descubrir, en una próxima visita, el secreto mismo del Cosmos y su fatalidad.


(*) Sobre esto, no sé, ahora que lo pienso un poco mejor sería un tanto engorroso. Digamos que uno inicia una terapia de este tipo…debería cortarse el pelo todas las semanas, y las sesiones, excepto una primera (con el pelo largo), serian cortísimas. ¿El valor de la sesión-corte de pelo serían los 10 pesos actuales? No lo sé. Lo reflexionaré en estos días.