Pararreflexión

Esta reflexión no es para reflexionar, sino que es una reflexión sobre la reflexión en sí misma (de ahí que me haya visto obligado a usar el neologismo pararreflexión, que probablemente no exista). Se trata de reflexionar sobre las limitaciones de mi capacidad reflexiva. Sepan disculpar el insistente uso del verbo reflexionar y sus derivaciones tanto sustantivas como adjetivas. Intenté usar sinónimos, pero no me convenció ninguno. Aunque, probablemente, no lo reflexioné lo suficiente (?).

Jactarse de que uno tiene la capacidad de reflexionar, hoy por hoy, es bastante inverosímil. Por lo menos si ese uno soy yo. Y por más de que tales reflexiones sean a la lontananza, así como por encima, aunque suene a dato menor. Debo confesar que hace unos días, en un rapto de soberbia, creí que podía sacar de mis neuronas ideas o conclusiones geniales. Sin embargo desde que nació este blog lo único que hago es reflexionar que mi capacidad de reflexión está bastante acotada.


Busquemos culpables, porque yo, señores, no era así. (Además, siempre es mejor culpar a alguien que quedarme con esta sensación de vacío reflexivo en el que he caído).

El sistema de educación tradicional. Ya desde chico, en el jardín de infantes, me dijeron que una flor se dibuja roja –a lo sumo anaranjada-, con un tallo y dos hojitas verdes. Cualquier flor alejada de este patrón podía ser considerada un intento de pensamiento propio. Ahí quedó parte de mi capacidad reflexiva.

Ya en la primaria, el molde vestido de blanco me preparó para la vida en sociedad y aprendí de la gente que sabe. Alguno de mis maestros, saliéndose de las convenciones, intentó inculcarnos eso de “pensar por ustedes mismos”. Pero esas buenas intenciones rápidamente se desvanecieron a la par que aprendía cosas de memoria como las tablas, las capitales de los países, las reglas ortográficas, los nombres de las notas musicales.

Ni en la secundaria tuvimos alguna materia llamada Reflexión I o algo, básicamente porque se me pasó en una época en la que no me acuerdo de demasiadas cosas. Quizá sí tuvimos una materia así, pero honestamente no me acuerdo. Sucede que me ocurrió algo denominado adolescencia. ¡El organismo y sus cambios inoportunos!

Otras instituciones también me quitaron capacidad reflexiva. Ejemplo claro es la iglesia en la que ante una duda no se dudó en responderme “creés o no creés. Fin de la historia”. Este será tema de otro intento de reflexión a la lontananza.

Y la Universidad… con sus academicismos logran a uno desestabilizarlo de todo lo que creía cierto. Con reflexiones ajenas. Y las propias terminan siendo un conjunto de ideas ajenas. Citadas correctamente, claro, a pie de página.

Además, las reflexiones descollantes siempre vienen de otros lados. Nosotros y esa costumbre de importar desde productos primarios manufacturados hasta ideas. Y el empecinamiento hasta el hartazgo de profesar como propias ideas de pensadores de otros lados y despreciar las de los locales. No por malas, sino por locales.

En fin, ciertamente es más fácil vivir con pensamientos que ya han pensado otros y claudicar ante los culpables de hacernos perder originalidad en el pensamiento. Pero, aunque sea a la lontananza, trataré de sacar alguna pequeña idea.