Parar la bocha


Amo jugar al fútbol. De chico me aterraba tocar una pelota. Pero de grande, le encontré el sentido. Es un juego liberador, divertido, una válvula a semanas estresantes. Juego y terceros tiempos. Amo el fútbol.

Hace más de 10 años que jugaba al fútbol con, más o menos, el mismo grupo de amigos. Todos sumándose por otro un amigo o un conocido, que al final de vernos semana tras semana se van transformando en personas que querés y extrañás cuando no las ves.

Pero hace un tiempo las cosas empezaron a cambiar.

El ámbito machito del fútbol siempre fue una mierda. Siempre, esto no es novedad.

Pero como amo el fútbol al principio me lo fumé. En el medio me lo dejé de fumar y traté de que se entendiera mi punto de vista. Pero al final me di por vencido. 

No estoy para hacer un tratado de sociología de qué pasa con los grupos de hombres que deslindados de sus actividades diarias: parejas, esposas, hijas e hijos, interactúan con otros en similares condiciones unidos por una bocha. Pero algo pasa ahí. 

Y en eso que pasa estoy yo, que soy puto.

Que en algún momento me molestaba la forma en que se trataban con este tipo de insulto “pasala puto”, “te gustó putito”, y miles de putcétera. Pero después me dije “bueno, el folclore del fútbol, al fin y al cabo yo acá vengo a jugar y listo”. Pero de ahí otras formas cariñosas de tratarse como trolo, culorroto, maricón, en fin. Un despliegue de homofobia directo al cual con el tiempo se me empezó a hacer difícil dejar de lado.

Pibes buenos eh. No digo que son unos hijos de puta que me van a cagar matando por puto.

Digo que algo pasa desde la sociología que yo no alcanzo a entender.

Y nos solo con los putos. Con las personas trans y las mujeres el mismo ánimo.

El problema es que dejó de importarme solamente jugar al fútbol. Entonces escuchar y leer esos chats de mierda todo el tiempo terminó por dolerme, por hacerme sentir mal.

Personas que vos ahora querés, no son solo personas con las que vas a jugar al fútbol, hablan y se comportan así. Y el esfuerzo de contarles cómo es mi experiencia siendo gay, que no se te rompe el culo por coger, que la masculinidad frágil… bueno, ese esfuerzo me cansó.

Y sumale que hace un par de meses me lastimé la espalda. Avisé porque dejé de ir a jugar por varias semanas, pero a nadie le pareció importar pero no me lo tomé personal. Me di cuenta que la dinámica es así: a nadie le importa mucho nada. Porque han pasado otros que por una cosa u otra dejaron de ir y nadie se preocupó. No esperaba que vinieran a verme. Simplemente me di cuenta de que  es un poco así. ¿Está mal? No sé, qué se yo.

Cuando la quisieron matar a CFK llovieron mensajes misóginos y de odio en ese grupo de chat. Y me jodió, sentí que llegué a punto de no retorno. No porque me importe políticamente CFK, sino porque los que eran mis amigos, contenidos en ese entorno “seguro”, eran capaces de decir cualquier cosa. Como las dicen de los putos.

Y decidí simplemente irme. Porque de alguna manera estoy validando todos esos mensajes. Era parte de eso.

También sé que los estoy metiendo a todos en la misma bolsa.  Y quizá no es justo, pero es un entorno del que no tengo más ganas de participar. No así. No quita que los quiero igual, pero dar un paso al costado cuando ya no va, también es sano. 

ODA A LA PELUSA DEL ÁLAMO


(breve poema geoestacionario)


Oh, brutal pelusa del álamo, que nacéis en capullo encaprichado en los brotes de octubre y voláis por los aires de los valles de los ríos Limay, Neuquén y Negro, y sus afluentes.

Oh, tormentosa pelusa nacida de la salicácea protectora de los montes frutales.

Oh, irreverente pelusa que os coláis por cuánta rendija abierta encuentras, irritando narinas, sacos lacrimales y demás órganos estudiados por la otorrinolaringología y ciencias afines.

Iros. Iros, oh fatal pelusa del álamo. Iros por la estepa patagónica sin rumbo aparente y no retornéis.

Iros, oh megalómana pelusa, y dejad de motorizar la industria farmacéutica de alquilaminas, piperazinas. piperidinas y todas las inas que os se te ocurran.

Iros ya, oh infernal y subversiva pelusa y dejarnos disfrutar de los vientos huracanados con tierra y calor senegalés que nos trae la primavera. Fin.

No es necesario*


  • No es necesario que digas qué hacés a cada rato del día. A nadie le importa tu rutina mugrienta.
  • No es necesario que publiques frases misteriosas para que te preguntemos ¿Qué pasó? Si querés jugar al misterio, andate un mes y por ahí –quizá-, te buscamos.
  • No es necesario que postees fotos de todo lo que comés o tomás. A nadie le importa la ostentación de tu gula, comprendelo.
  • No es necesario que tires una indirecta para que alguien te invite a comer o a tomar algo. Conseguite una vida posta y todo será más lindo. Probá.
  • No es necesario que hagas conteos de cuántos días te quedan para tus vacaciones. Me mato, resucito y me vuelvo a matar con tu demencialidad. Calmate.
  • No es necesario que compartas todas las frases pelotudas de Acción Poética que encuentres. Habla muy mal de vos.
  • No es necesario que uses de portada fotos de frases pelotudas de Acción Poética. Das a entender que tenés problemas mentales severos.
  • Y, francamente, no es necesario que publiques tu situación sentimental. Es de un berretismo tal que pierdo el conocimiento.  



*Written by Lolo, civilizando a simios dementes que usan Facebook cual diario íntimo pedorrisimo desde 2008. 

El Día de la Marmota



Me mudé. Mi nueva vecina tiene 92 años. Y tiene algunos problemas de memoria. Con mi suerte, todos los días me la cruzo y tengo que presentarme. Ya me presenté por 7º vez "Hola, soy Lolo, vivo en el departamento 2". A lo que me responde SIEMPRE "ah, qué bueno, encantada. Si necesita algo me avisa". 

Hoy, apenas entro me dice "a usted le veo cara conocida... ¿Usted es el del mercado?". Le respondo "no, señora, yo vivo ACÁ AL LADO". Y cierra "ah, qué bueno. ¿Me puede traer un paquete de azúcar?".

HOY ME MATO.

Manija manija


Es algo vergonzoso, pero ayer manejé por primera vez en mi vida. Fue durante una salida laboral, estábamos atravesando un sector muy amplio y sin vehículos, por lo cual el chofer, Daro, que es instructor de manejo me dijo –Lolo, dale, esta es la oportunidad para que practiques.
Íbamos con otra compañera de trabajo, Moni.
Debo decir que, si bien no estoy para el Grand Prix de Mónaco, me manejé muy bien al volante, llegando a ir en tercera.
Lolo: estoy  re contento con mi performance al volante, pensé que chocábamos o que íbamos a tener un accidente. Soy re feliz.
Moni: Bueno, tampoco es que andábamos en la Quinta Avenida, Lolo. Estábamos en una calle de 100 metros de ancho y sin autos, el mayor accidente que podías tener era chocar un médano de arena.
Lolo: Awww! Gracias, Moni, vos sí que sabés cómo motivar gente.

La próxima vez agarro por un barranco a 240. Quinta Avenida… Pfffff!

Almuerzos desorientados


Salís a comprar algo para el almuerzo cual beduino bajo el sol radiante de las 2 de la tarde. Llegás, decidís. Vas a pagar y te das cuenta de que te olvidaste la plata. Volvés a la oficina a buscar los dineros (beduino-sol-2pm again) retornás a por tu comida ((beduino-sol-2pm por 3), pagás, te vas y a la media cuadra te das cuenta de que te olvidaste la comida. 

AY QUÉ, COMO SI NUNCA LES HUBIERA PASADO, FORROS.

Os Argentos

Los argentos, en general, son una etnia proveniente de ciertos lugares de la ciudad autobomba de Buenos Aires y zonas aledañas que con su complejo de ombligo del mundo pasan fácilmente como bananas, siendo seres totalmente detestables y repugnantes. Pero sus actitudes trascienden las fronteras. 

En un apacible viaje que realicé a Florianópolis, Brasil, tuve la mala suerte de cruzarme en reiteradas oportunidades con Os Argentos, la versión turista de los seres descriptos en el primer párrafo. 

 Sin siquiera importarles, como mínimo, la cultura azoriana del lugar, se comportan como verdaderos simios y ni siquiera hacen un esfuerzo de decir “obrigado”, sino que sacan a relucir toda su arrogancia con su acento porteño marcado para maltratar a todo el mundo lusoparlante. 

 Si hubiera tenido en mi poder una ametralladora y licencia para matar por un par de horas, habría realizado una limpieza de las playas del norte de la isla al ritmo de la samba, el sertanejo y la bossa nova. Y algo de murga, por qué no. 

 Como verán, esta gente despierta en mí un espíritu asesino sólo comparable con el que me despiertan los malditos brasileños que en invierno invaden la cordillera argentina, a quienes acribillaría al son de una buena chacarera trunca.