Parar la bocha
Amo jugar al fútbol. De chico me aterraba tocar una pelota. Pero de grande, le encontré el sentido. Es un juego liberador, divertido, una válvula a semanas estresantes. Juego y terceros tiempos. Amo el fútbol. Hace más de 10 años que jugaba al fútbol con, más o menos, el mismo grupo de amigos. Todos sumándose por otro un amigo o un conocido, que al final de vernos semana tras semana se van transformando en personas que querés y extrañás cuando no las ves. Pero hace un tiempo las cosas empezaron a cambiar. El ámbito machito del fútbol siempre fue una mierda. Siempre, esto no es novedad. Pero como amo el fútbol al principio me lo fumé. En el medio me lo dejé de fumar y traté de que se entendiera mi punto de vista. Pero al final me di por vencido. No estoy para hacer un tratado de sociología de qué pasa con los grupos de hombres que deslindados de sus actividades diarias: parejas, esposas, hijas e hijos, interactúan con otros en similares condiciones unidos por una bocha. Pero al